Amado mío aunque las montañas se
impongan a nuestra unión, aunque la vida me detenga en el lugar en donde estoy,
no me siento desdichada, la desdicha es un sentimiento que en mí dejó de vivir,
ahora observo como el amor se une en nuestro espacio y le da aroma a cada lugar
que visitamos, ahora entiendo el significado de la eterna felicidad,
aunque muchas piedras tuvimos que
apartar del camino al final un paraíso nos esperó.
En el presente el fruto de nuestra
vida crece y florece cada día
demostrando que no hay amor tan grande como el de dos jóvenes apasionados.
Amado mío, bendigo cada momento que respiré tu aroma, que me perdí en tus ojos,
pero más que nada exalto cada momento que me embriagué en tus labios y viví en
tu cuerpo.
Nada en este mundo podrá superar la
maravilla de amar a corazón abierto y de morir a causa del amor, jamás dejaré de pensarte y de cuidarte así mi condena
sea observarlos despierta por toda la eternidad. Es una condena que me dejará
aparecer en tus sueños, perderme en tu aroma y encontrarme en tus labios.
Elevo mi oración al altísimo padre que siempre
fue testigo de nuestra unión y al que ahora puedo pedir por su realización y
felicidad. Nuestra flor crece y cada día
es más hermosa y como no serlo si es el fruto de un amor inextinguible, que ni
la muerte es digna de separar.
Ahora observo cada uno de tus
pasos, de tus proezas, ahora puedo ser tú sombra y vivir a tu lado hasta que
acudas al lugar en donde vivo. Os prometo vigilar su sueño y alimentar sus
corazones cada día que el temor quiera venceros. Florezcan amados míos, miren
al cielo no con lágrimas en sus pupilas sino con esperanza, con amor, con
ilusión que pronto estaremos juntos, que en un tiempo ya casi presente me
tendrán a su lado.
Seudónimo de la autora: Hana Ozare
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